Si hay un símbolo que identificamos de forma unívoca con el cementerio es el ciprés.
Algunas de sus características botánicas también lo convierten en el árbol de preferencia para los recintos cementeriales. Su hoja perenne, su color negruzco en el tronco, así como el verde oscuro de sus hojas, son los símbolos más adecuados para expresar la gravedad en los cementerios. El ciprés es una conífera y como es habitual en ellas, supuran unas gotas de resina, que se han querido ver, en ocasiones, como lágrimas dedicadas a los que allí reposan. Destaca el suave olor que desprende, que para San Bernardo era como el aroma de la “buena reputación”. También le hace adecuado para estar en el cementerio el crecimiento en vertical de sus raíces, es decir, que penetran hondamente en el subsuelo por lo que no lo levantan y, de esta forma, no se producen rupturas de sepulturas.
Así, por todas las características mencionadas y su larga vida, le convierte en un símbolo de la eternidad. Su forma de lanza que apunta al cielo, lo convierte en el símbolo de la ascensión o del camino hacia el más allá.
¿Y por qué tiene esa forma de lanza?
Según la mitología clásica, por una preciosa historia:
Según se nos cuenta en La Metamorfosis de Ovidio, Cyparissus era un joven cazador de la isla de Ceo (isla de las Cícladas, en el Egeo), amado por Apolo, que se encariñó con un ciervo particularmente amable, consagrado a las ninfas de la campiña de Cartea (una ciudad de la isla). Un día, durante un viaje de caza, él, creyendo que era salvaje, golpeó accidentalmente al venado con su lanza y lo mató. Al darse cuenta del error, Cyparissus, afligido e inconsolable, a pesar de los repetidos intentos de Apolo, pidió a los dioses poder llorar para siempre: así se transformó en un árbol milenario, con forma de lanza, llamado ciprés por su nombre, que Apolo decretó que era a partir de entonces. para consolar a los muertos.
Artículo publicado en Web Asociacion FunerArte por Elena Román